Las Torres de Oeste son un conjunto de defensas que ordenó construir el obispo Cresconio tras repeler un ataque vikingo, en la localidad de Catoira, en Galicia, para proteger Santiago de Compostela de una incursión desde el Atlántico. En 1719 también protegieron el puerto de Padrón contra un ataque de los ingleses.
Fueron declaradas Monumento histórico-artístico perteneciente al Tesoro Artístico Nacional mediante decreto de 3 de junio de 1931. En la década de 1970 se llevó a cabo una restauración.
Catoira fue desde la antigüedad un lugar estratégico, la entrada por el mar hasta Compostela, por lo que ya desde la Edad Media se estableció un importante complejo militar para la defensa del sepulcro del apóstol de los ataques principalmente normandos y sarracenos, por lo que se construyeron diversas torres de defensa en el fondo de la ría, donde desemboca el río Ulla, las llamadas Torres de Oeste.
Fue el rey de Asturias, Alfonso III, el que mandó erguir en el siglo IX, además de la Catedral de Santiago, la reconstrucción del ‘’Castellum Honesti’’ en Catoira. El castillo se convirtió en uno de los más importantes de Europa, y del que se conservan solo, parte de dos de las grandes torres. El edificio siguió creciendo con los trabajos del rey de León, Afonso V, que venció los normandos de Olaf Haraldson. Después de que en el siglo XII la monarquía donara el Castillo a la mitra compostelana, los obispos Cresconio y Diego Peláez continuaron en la fortificación de la ciudadela para la defensa de Santiago. Además, por lo visto en el castillo, nació Diego Xelmírez, primer arzobispo de Santiago, ya que su padre, el caballero Xelmirio, había sido alcaide de la fortaleza en el siglo XI.
Las torres impidieron durante siglos el ascenso por el Ulla de los ejércitos normandos y sarracenos; el diseño final del siglo XIII era un recinto elíptico con siete torres (quedan actualmente en pie, solo dos del siglo XI; las ruinas de otras dos son del siglo XII, siendo de época romana los restos de otras que se orientan hacia el interior). En medio existía una gran torre central. En la alta Edad Media llegan a Jakobsland (nombre que ellos le daban a Galicia) los primeros grupos de piratas normandos atraídos por las noticias sobre las riquezas capitalinas compostelana. Los vikingos saquean y queman villas en toda la costa, y entran por la Ría de Arosa consiguiendo en 850, Iria Flavia, provocando la huida del obispo y del cabildo hacia Compostela. En 859 y 968 se hizo, sin embargo, una buena defensa gallega desde el ‘’Castellum Honesti’’ (Torres de Oeste), consiguiendo detener el ataque escandinavo e impidiendo que estos consiguieran Compostela.
Después de que el Reino de Galicia perdiera su poder legislativo, pasando a depender de la Corona de Castilla y, especialmente, a partir del reinado de los Reyes Católicos, Catoira entra en un período de progresiva decadencia. Las torres servirán de cantera para las villas de la zona.
La presencia de los vikingos en Galicia se produjo en el período comprendido entre los siglos IX y XII, en un contexto en el que los pueblos que habitaban Escandinavia se habían convertido en una potencia naval, comercial y militar, lanzando periódicas expediciones comerciales de saqueo y conquista principalmente contra la costa del océano Atlántico, pero también ascendiendo por el curso de los ríos hasta los lugares que pretendían saquear. Llegaron hasta puntos tan alejados como el Mediterráneo, y entre los lugares que visitaron se encontraba Galicia, que ellos denominaban Jakobsland (Tierra de Santiago).
En el año 968 el segundo duque de Normandía, ante el peligro de invasión francesa de su dominio, pidió ayuda a sus parientes daneses y noruegos que acudieron con una gran flota vikinga. Una vez derrotado el rey de Francia los vikingos permanecieron en Normandía, lo que provocó grandes problemas, por lo que el duque los animó a partir a la conquista de Galicia, «esa tierra tan rica de la que tanto hablan los peregrinos».
Llegaron a Galicia unas doscientas naves al mando de Gudrød (Guðrǫðr), hermano de Harald Gråfeldr, conocido como Gunderedo en las crónicas gallegas. Cien de esas naves se detuvieron en la costa cantábrica de Galicia y atacaron la diócesis de Bretoña, mientras que otras cien se internaron en la ría de Arosa y desembarcaron en el puerto de Iuncariae (Xunqueira), para dirigirse por tierra hasta Santiago de Compostela. La llegada de los vikingos coincidió con el fin de las disputas entre los obispos Rosendo y Sisnando II por el control de la diócesis episcopal. El obispo Sisnando, que acababa de expulsar a Rosendo de la ciudad, intentó detenerlos en las proximidades de Iria Flavia, donde habían llegado remontando el curso del río Ulla, pero no lo consiguió y murió atravesado por una flecha durante la batalla de Fornelos el 29 de marzo. Ya sin resistencia, los vikingos se dispersaron por Galicia, llegando hasta el Courel. En Lugo el obispo Hermenegildo consiguió defender la ciudad, pero no pudo impedir que los vikingos arrasaran las tierras de Bretoña, cuya antigua sede quedó destruida, siendo reconstruida posteriormente en el actual Mondoñedo.
Los vikingos permanecieron durante cerca de tres años en tierras gallegas, matando y saqueando, pero cuando regresaban a sus naves cargados con botín y prisioneros fueron interceptados por un ejército al mando del conde Gonzalo Sánchez, que consiguió vencerlos en los alrededores de la ría de Ferrol hacia el año 970, dando muerte a Gunderedo, su sækonungr y quemando la mayoría de sus naves.
Tras dejar Galicia, los vikingos continuaron navegando hacia el sur y saquearon la costa entre el río Duero y Santarém.
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