Escribir en gallego en el siglo XIX, es decir, en la época en la que vivió Rosalía, no resultaba nada fácil por un gran número de razones. La mayor parte de ellas estaban ligadas al pensamiento y estructuración de la sociedad del momento, en la que la lengua gallega estaba muy desprestigiada y menospreciada, cada vez más distante de aquella época en la que había sido el idioma vehicular de la creación de
lírica galaicoportuguesa. Toda la tradición escrita había sido perdida, por lo que se hacía necesario comenzar desde cero rompiendo con el sentimiento de desprecio e indiferencia hacia la lengua gallega, pero pocos eran los que se planteaban la tarea, pues esta constituiría un motivo de desprestigio social. En un ambiente en el que el castellano era la lengua de la cultura y la lengua protegida de la clase minoritaria dominante, Rosalía de Castro le otorgó prestigio al gallego al usarlo como vehículo de su obra
Cantares gallegos y afianzando el renacer cultural de la lengua.
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Aunque fue una asidua cultivadora de la prosa, donde Rosalía sobresalió fue en el campo de la poesía, a través de la creación de las que pueden ser consideradas sus tres obras clave:
Cantares gallegos,
Follas novas y
En las orillas del Sar. La primera de ellas representa un canto colectivo, artísticamente logrado, que sirvió de espejo dignificante a la comunidad gallega al emplearse la lengua y tradiciones de ésta. También fue útil para proseguir con la tendencia tímidamente iniciada por el pontevedrés
Xoán Manuel Pintos con su obra titulada
A Gaita Galega (1853).
Finalmente, en En las orillas del Sar se manifiesta un tono trágico que encaja con las duras circunstancias que rodearon los últimos años de la vida de Rosalía. Escrito en castellano, la obra ahonda en el lirismo subjetivo propio de Follas novas al mismo tiempo que se consolidan las formas métricas que allí apuntaban. Inicialmente calificado de precursor y obviado por la crítica de su tiempo, hoy en día existen diferentes estudiosos que lo consideran como la principal creación poética de todo el siglo XIX.
En la actualidad, la figura de Rosalía de Castro y sus creaciones literarias continúan siendo objeto de una abundante
bibliografía y recibiendo una constante atención crítica, tanto en España como en el extranjero.
6 Es tal la aceptación y el interés que las obras de esta escritora despiertan en el mundo, que en las últimas décadas sus poemas han sido traducidos a idiomas como el
francés,
7 el
alemán,
7 el
ruso8 y el
japonés.
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Infancia
Nació en la madrugada del 24 de febrero de 1837 en una casa localizada en el margen derecho del
Camiño Novo, la antigua vía de entrada a la ciudad de Santiago de Compostela para todos aquellos viajeros procedentes de
Pontevedra. Hija natural del
sacerdote José Martínez Viojo (1798-1871) y María Teresa de la Cruz Castro y Abadía (1804-1862),
11 una
hidalga soltera de escasos
recursos económicos, fue bautizada a las pocas horas de su nacimiento en la Capilla del
Hospital Real por el
presbítero José Vicente Varela y Montero, con los nombres de María Rosalía Rita y figurando como hija de padres desconocidos. Con frecuencia los
biógrafos de la escritora gallega han ocultado la condición eclesiástica de su padre, así como también trataron de obviar el hecho de que fue registrada como hija de padres desconocidos y que se libró de entrar en la Inclusa al hacerse cargo de ella su madrina María Francisca Martínez, fiel sirviente de la madre de la recién nacida.
En veinte y cuatro de febrero de mil ochocientos treinta y seis, María Francisca Martínez, vecina de San Juan del Campo, fue madrina de una niña que bauticé solemnemente y puse los santos óleos, llamándole María Rosalía Rita, hija de padres incógnitos, cuya niña llevó la madrina, y va sin número por no haber pasado a la Inclusa; y para que así conste, lo firmo.
Acta del bautizo firmada por el presbítero José Vicente Varela y Montero.
Hasta cumplir los ocho años, Rosalía se encontró bajo la custodia de su tía paterna Teresa Martínez Viojo en la aldea de
Castro de Ortoño, perteneciente al municipio
coruñés de
Ames. Es en esta época cuando la escritora toma conciencia de la dureza de la vida del labriego gallego, así como también será en esta parte de su vida cuando tenga conocimiento y vivencia del mundo rural propio de Galicia: la lengua, las costumbres, las creencias o las cantigas que tanto influyeron en su obra titulada
Cantares gallegos. Si bien no se conoce con exactitud la fecha en que la madre de Rosalía decide hacerse cargo de ella, se sabe que en torno al año 1850 la joven se traslada a la ciudad de Santiago de Compostela donde vivió junto a esta, aunque ya había convivido con anterioridad con ella en Padrón.
Nota 1 Es en esta localidad gallega donde Rosalía recibió la instrucción que por aquel entonces era la más adecuada para una señorita (nociones básicas de
dibujo y
música), asistiendo de forma habitual a las actividades culturales promovidas por el
Liceo de la Juventud junto con personalidades destacadas de la mocedad intelectual compostelana como
Manuel Murguía (se duda si fue en este momento cuando conoce a Murguía o posteriormente, en su traslado a Madrid),
Eduardo Pondal y
Aurelio Aguirre. Todavía en la actualidad es motivo de discusión entre los diferentes críticos la relación que Rosalía mantuvo con Aurelio Aguirre, puesto que a pesar de que se desconoce si existió una relación sentimental entre ambos, la obra del mencionado sí que dejó huella en ciertos poemas de la escritora.
Madurez
En abril de 1856, Rosalía se trasladó a Madrid junto con la familia de su pariente María Josefa Carmen García-Lugín y Castro, en cuya compañía habitó la planta baja de la casa número 13 de la calle Ballesta.
12 13 No se conoce con exactitud cuál fue el motivo que llevó a mudarse a la escritora, aunque Catherine Davis creyó posible que este hecho fuese debido al escándalo desencadenado a raíz del
Banquete de Conxo, en el que desarrollaron un papel relevante varios miembros del Liceo, como fueron Aguirre o Pondal. Un año después de llegar a Madrid, Rosalía publicó un folleto de poesías escrito en lengua castellana que recibió el título de
La flor, siendo este acogido con simpatía por parte de Manuel Murguía, quien hizo referencia a él en
La Iberia.
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El lugar preciso en que Rosalía conoció a Manuel Murguía es motivo de debate.
14 Nota 2 Rosalía y Manuel contrajeron matrimonio el 10 de octubre de 1858 en la
iglesia parroquial de San Ildefonso.
13 Fue un amigo común el que posibilitó que ambos entablasen una relación que finalmente acabó en boda. Respecto de la relación que existió entre la pareja la crítica rosaliana sugiere diversas hipótesis, que van desde idílicos cuadros conyugales hasta posturas más que matizadas, que tomando como referencia escritos atribuidos a la poetisa, dibujan la psicología de una mujer solitaria, carente de felicidad y escéptica ante el amor. Sin embargo, Murguía fue la primera de las personas que animó a Rosalía en su quehacer literario, siendo él responsable de la publicación de
Cantares gallegos. Tampoco le escatimó ni apoyo social ni intelectual en una época en la que la condición femenina era considerada como minusvalía. A los siete meses de casarse, Rosalía dio a luz en Santiago de Compostela a su primera hija, llamada Alejandra (12 de mayo de 1859). A esta siguieron Aura (diciembre de 1868); los mellizos Gala y
Ovidio (julio de 1871); Amara (julio de 1873); Adriano Honorato (marzo de 1875), quien falleció en noviembre de 1876 a consecuencia de una caída; y Valentina (febrero de 1877), quien nació muerta.
15 Todos los hijos de Rosalía de Castro nacieron en Galicia, ya fuese en Lestrove, La Coruña o Santiago de Compostela.
El matrimonio cambió de domicilio en múltiples ocasiones, a lo que se añadió una separación del mismo a causa de las actividades profesionales de Murguía y graves problemas económicos derivados tanto de la inestabilidad laboral del marido como de la parca salud de Rosalía. Todos estos factores configuran un panorama vital que contribuye a explicar la hipersensibilidad y el pesimismo de la escritora. En 1859, el matrimonio estaba residiendo en La Coruña. Luego pasa a Madrid, de donde Rosalía regresa a Santiago (1861) para volver a la capital española. Con posterioridad, existen referencias que permiten afirmar la presencia de la poetisa en
Lugo y Santiago, además de algunos viajes que realizó el matrimonio a
Extremadura,
Andalucía,
Castilla La Mancha y
Levante. En el mes de septiembre de 1868 se produjo el levantamiento revolucionario español, conocido como
La Gloriosa, pasando Murguía de ser secretario de la Junta de Santiago a director del
Archivo General de Simancas, cargo que ejerció durante dos años. A partir de este momento, la vida de Rosalía se desenvolvió entre Madrid y
Simancas, siendo en la ciudad vallisoletana en la que escribió gran parte de las composiciones recogidas en
Follas novas.
16 A fines de 1869 o en 1870 se produjo el encuentro entre Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer.
16 Desde 1871, Rosalía no salió de Galicia. Vivió a partir de este año en las Torres de Lestrove (donde residían sus parientes los Hermida de Castro), en
Dodro (La Coruña), en Santiago de Compostela y Padrón, donde prácticamente se instaló en 1875.
Últimos años
Monumento dedicado a Rosalía de Castro en el parque Alameda, Santiago de Compostela.
Los últimos años de la vida de Rosalía transcurrieron en la comarca de Padrón, lugar en el que había pasado su infancia, así como buena parte de su juventud. La Casa grande de Arretén, nombre popular con que el que se conocía al
pazo en el que había nacido su progenitora, ya no era de la propiedad de la familia, factor que propició que la escritora tuviese que residir en las Torres de Lestrove entre 1879 y 1882 mientras su marido se encargaba de la dirección en Madrid de
La Ilustración Gallega y Asturiana. Finalmente, se trasladó junto con su familia a la casa llamada de La Matanza, situada en la parroquia de Iria.
Rosalía nunca disfrutó de una buena salud, pareciendo predestinada desde su juventud a una muerte temprana. Como detalle anecdótico cabe señalar que a su médico principal, el catedrático Maximino Teijeiro, le dedica un libro poniéndole: «De su eterna enferma». También fue atendida, probablemente a requerimiento del anterior, por el cirujano y también catedrático Timoteo Sánchez Freire. De hecho, en las pocas cartas que se conservan y que ésta envió a su marido, con frecuencia se alude a las continuas dolencias que la atenazaban. Poco tiempo antes de fallecer, la escritora decidió pasar una temporada a las orillas del mar y por ello se trasladó a
Santiago de Carril. Cierto tiempo después regresó al lugar de La Matanza, donde el cáncer de útero que padecía se fue complicando progresivamente desde 1883, mermando cada vez más a la ya de por sí débil salud de la escritora.
Nota 3 Tras tres días de agonía falleció al mediodía del miércoles 15 de julio de 1885, en su casa de La Matanza, a consecuencia de una degeneración cancerosa del útero.
11 El cuerpo inánime recibió sepultura al día siguiente en el cementerio de Adina, localizado en
Iria Flavia, que curiosamente había sido cantado en una composición de Rosalía de Castro. No obstante, su cadáver fue exhumado el 15 de mayo de 1891 para ser llevado solemnemente a Santiago de Compostela, donde fue nuevamente sepultado en el mausoleo creado específicamente para la escritora por el escultor Jesús Landeira, situado en la capilla de la Visitación del Convento de Santo Domingo de Bonaval, en el presente
Panteón de Galegos Ilustres.
Resultan especialmente ilustrativas las fidedignas líneas escritas por
González Besada sobre los últimos momentos de Rosalía: «...recibió con fervor los Santos Sacramentos, recitando en voz baja sus predilectas oraciones. Encargó a sus hijos quemasen los trabajos literarios que, ordenados y reunidos por ella misma, dejaba sin publicar. Dispuso se la enterrara en el cementerio de Adina, y pidiendo un ramo de pensamientos, la flor de su predilección, no bien se lo acercó a los labios sufrió un ahogo que fue comienzo de su agonía. Delirante, y nublada la vista, dijo a su hija Alejandra: "abre esa ventana que quiero ver el mar", y cerrando sus ojos para siempre, expiró...». Sin embargo, desde Padrón es imposible ver el mar. Por ello resultan enigmáticas estas palabras puestas en boca de una persona para quién el mar fue una perenne tentación de suicidio.
Texto by Wikipedia