Tierra de meigas y trasgos, Galicia posee muchas más leyendas de las que nos podemos imaginar.
La Santa Compaña se presenta como una procesión de muertos o ánimas en pena que vagan errantes por la noche (a partir de las doce) los caminos de una parroquia. La razón de ser de su recorrido es visitar la morada de todo aquel que vaya a fallecer en un breve periodo de tiempo. El mito está presente con diversas variantes en todo el acervo cultural astur-galaico, eso sí, en cada región suele ser conocida con una denominación diferente.
Hay varias leyendas en torno a la construcción del único faro romano que sigue actualmente en funcionamiento. Las más conocida asegura que un gigante conocido como Gerión, rey de Brigantium (Breogán), tenía a sus súbditos aterrorizados, pues les obligaba a entregarle la mitad de sus posesiones, hijos incluidos. Un día los súbditos ante la inutilidad de revelarse contra el gigante decidieron pedir ayuda a Hércules, que lo retó en una cruenta batalla. Hércules derrotó a Gerión, lo enterró y levantó un túmulo que coronó con una antorcha. Cerca de ese monumento fundó una ciudad y, como la primera persona que llegó fue una mujer llamada Cruña, Hércules puso a la ciudad su nombre, La Coruña.
Cuenta la leyenda que los restos del Apóstol, acompañados por cuatro de sus fieles discípulos, surcaron la ría de Arousa y el Ulla en una barca de piedra hasta llegar a Galicia. Una vez en tierra, ataron la barca en una piedra, conocida como «el Pedrón» en Iria Flavia. Después de múltiples vicisitudes que sus discípulos tuvieron que sortear lograron darle sepultura cerca del bosque «Liberum Donum». Tras siglos de prohibiciones que impedían frecuentar el lugar, se olvidó su existencia, hasta que alrededor del año 813 un ermitaño vio resplandecer el lugar y acudió. En base a ello llamó al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela.
Se dice que entre el palacio de Monforte de Lemos y la Iglesia de San Vicente del Pino había un pasadizo subterráneo. Durante una ausencia del Conde de Lemos, que parte a cumplir con encomiendas reales, el abad del Monasterio benedictino de San Vicente, habría utilizado el desfiladero para llegar hasta la hija del conde, con la quien comenzaría un idilio. El conde al enterarse organiza una comida en la que invita al abad, y en el momento del postre le sirve una corona de hierro al rojo vivo, coronándose y provocando la muerte.
Paralaia (piedra de piedra) es un monte de Moaña donde según se comenta hay una cueva llena de tesoros con pasadizos subterráneos que desembocan en el mar. Cuenta la leyenda que la noche de San Juan es la noche idónea para los que quieran obtener algo del botín ya que durante esa noche las «mouras» y mujeres encantadas que allí habitan salen de la cueva para lavar y peinar sus largos cabellos.
Conocido también como diantre, es un duende satírico de la mitología gallega que se dedica a hacer todo tipo de travesuras para truncar así la travesía de todo aquel que se lo encuentre por el camino. Bajo múltiples apariencias pero siempre semejando precisar ayuda este duende hace de las suyas para luego devolver el favor a su manera.
Mientras la travesía de los restos del Apóstol Santiago tocaba a su fin y sus discípulos desembarcaron en Galicia, se celebraba en Bouzas la boda de dos jóvenes. Uno de los juegos de la celebración consistía en que unos hombres a caballo arrojaban sus lanzas al aire y galopando intentaban recogerlas antes de que éstas cayesen al suelo. La mala fortuna del recién casado hizo que su montura desobedeciese, adentrándose en el mar, tras la barca del Apóstol. Pero el novio y su caballo salieron del agua a la superficie recubiertos de conchas de vieira, por ello, desde entonces, todo peregrino camino de Santiago, lleva en su sombrero una concha de vieira.
Cuentan las leyendas que un marinero procedente de Arousa que estaba de servicio militar en África escuchó hablar a dos «moros» -habitantes de los castros celtas- de tesoros, al acercarse el «moro» le contó que en la Isla de Ons había una fuente con caracoles de oro. Ya de vuelta en casa, el marinero se acercó mientras pescaba a la isla y sorprendido encontró la fuente, volviendo a su casa con «los bolsillos» repletos de caracoles de oro.