Hablar de gastronomía gallega es pensar inmediatamente en el pescado y el marisco. Y es cierto que en Galicia podemos encontrar productos del mar realmente sabrosos y con precios equilibrados. Y cada una de las especies tiene una historia y unas características que a veces no conocemos y que son realmente curiosas. Así que esta semana vamos a hacer un repaso a algunos de nuestros mariscos y pescados.
Comenzamos por las almejas, ese suculento molusco, muy habitual en Galicia, y que se cultiva en España desde mediados del siglo pasado. Es un animal longevo, ya que algunas especies muy concretas pueden vivir hasta 200 años. Pero eso sí, al igual que el pulpo o el calamar, es sorda, no emite ningún sonido y no tiene sentido del gusto.
Uno de los crustáceos más populares es el Buey de Mar, el cangrejo europeo de mayor tamaño. Su composición es muy similar al cangrejo. Pero hay que aclarar que más del 90% del buey que se comercializa en nuestros mercados procede de Francia y Reino Unido.
El centollo es nuestro marisco estrella y quizás el más asociado con Galicia. La especie gallega se caracteriza porque su caparazón está cubierto por algas y esponjas, para ocultarse de sus posibles depredadores. Nuestro centolllo mide en torno a los 20 cm, pero en Japón llegan a alcanzar los 60 cm.
En cuanto al mejillón, es curioso saber que la especie más abundante en las costas gallegas, casi la única, es el Mejillón Mediterráneo, una especie invasora que desplazó de nuestro litoral al mejillón común. Dato interesante es que los filamentos con los que se sujetan a las rocas son tan fuertes que se pueden usar incluso para tejer ropa.
La navaja vive en túneles en la arena que pueden llegar a medir hasta 50 cm de profundidad. De hecho, una forma para pescarlas es poner un puñado de sal junto al agujero exterior y enseguida sale la navaja. Son distintas del longueirón: éste tiene la concha recta y la navaja la tiene curvada.
Del pulpo se puede destacar su inteligencia y su gran memoria. Distinguen colores y formas y son capaces de recordarlas durante más de dos años. Tienen nada menos que tres corazones.
La vieira además de símbolo del peregrino del Camino de Santiago (pues era la prueba de que habían llegado al final del viaje), se identificó en muchas culturas con la buena suerte, la fecundidad, el nacimiento y la regeneración. La vieira gallega se distingue de la francesa y de la bretona por tener un color más intenso con tonos violáceos y por tener la valva superior casi plana y sus bordes ondulados que no encaja con la inferior.